
June 30, 2022
Amarna Miller official Instagram channel: La primera vez que oí hablar del Orgullo estaba a punto de cumplir los 16. Escuchaba Marea y Extremoduro; vestía faldas …

La primera vez que oí hablar del Orgullo estaba a punto de cumplir los 16. Escuchaba Marea y Extremoduro; vestía faldas largas y camisetas con nombres de bandas metaleras que me compraba en el rastro. También intentaba salir del armario. Les dije a un par de amigas que me gustaban las chicas y dejaron de sentirse cómodas cambiándose a mi lado.
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Alguien propuso que para celebrar el fin de curso nos fuésemos de fiesta a Chueca. Yo no tenía ni idea de qué era aquello; apenas conocía el centro de Madrid. Había hombres guapísimos bailando encima de los escenarios, chicas cogidas de la mano y muchos pantalones cortos cosidos en tela dorada. Pensé que toda esa gente era muy valiente por mostrarse de una forma tan sincera. Admiré la manera en la que los cuerpos vibraban sobre los escenarios, y las parejas se besaban sin importar que hubiese alguien mirando. Grité, y yo también bailé y me olvidé de mis complejos, y de mis amigas homófobas.
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Llegué esa noche a casa, y la fiesta continuó sin mí. Cerré la puerta del cuarto y lloré hasta que me quedé dormida. Se me caían las lágrimas porque tenía muchas ganas de que alguien me quisiese. Un amor de verdad, un amor sin miedo. Me prometí a mí misma que no dejaría que nadie me juzgase por querer a quien me diese la mismísima gana.
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Así que cuando alguien os diga de nuevo que no hace falta una fiesta para luchar por los derechos de una minoría, decidle que muchas veces dar visibilidad al colectivo es en sí misma una forma de protesta. Y que es muy posible que entre lxs asistentes haya más personas como esa adolescente que con 16 años pudo entrever el camino que quería seguir en su vida.
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Rescato este texto que escribí hace unos años, y aprovecho para abrir un espacio en los comentarios 🏳️🌈🏳️⚧️ ¿Cómo fue vuestra salida del armario? ¿Y vuestra primera vez en el orgullo?
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Alguien propuso que para celebrar el fin de curso nos fuésemos de fiesta a Chueca. Yo no tenía ni idea de qué era aquello; apenas conocía el centro de Madrid. Había hombres guapísimos bailando encima de los escenarios, chicas cogidas de la mano y muchos pantalones cortos cosidos en tela dorada. Pensé que toda esa gente era muy valiente por mostrarse de una forma tan sincera. Admiré la manera en la que los cuerpos vibraban sobre los escenarios, y las parejas se besaban sin importar que hubiese alguien mirando. Grité, y yo también bailé y me olvidé de mis complejos, y de mis amigas homófobas.
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Llegué esa noche a casa, y la fiesta continuó sin mí. Cerré la puerta del cuarto y lloré hasta que me quedé dormida. Se me caían las lágrimas porque tenía muchas ganas de que alguien me quisiese. Un amor de verdad, un amor sin miedo. Me prometí a mí misma que no dejaría que nadie me juzgase por querer a quien me diese la mismísima gana.
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Así que cuando alguien os diga de nuevo que no hace falta una fiesta para luchar por los derechos de una minoría, decidle que muchas veces dar visibilidad al colectivo es en sí misma una forma de protesta. Y que es muy posible que entre lxs asistentes haya más personas como esa adolescente que con 16 años pudo entrever el camino que quería seguir en su vida.
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Rescato este texto que escribí hace unos años, y aprovecho para abrir un espacio en los comentarios 🏳️🌈🏳️⚧️ ¿Cómo fue vuestra salida del armario? ¿Y vuestra primera vez en el orgullo?